domingo, 25 de julio de 2010

De nuevo, Palestina


Todos los días en internet, en la televisión, en los diarios. Como algo lejano e incomprensible. Personas doloridas, gritos, cadáveres, bombas, niños, mujeres, hombres, bombardeos y más cadáveres. Tan cotidiano que parece lejano e irreal. Como una película difusa y conocida. Como un videojuego antiguo. Todo un pueblo preso tras tres años de bloqueo en Gaza, hacinado, exhausto y, ahora, bombardeado y masacrado. Un millón y medio de personas acorraladas. Víctimas civiles, escuelas y centros de refugiados atacados. Periodistas a raya, bloqueados en la frontera y también como objetivo, no vaya a ser que se cuele un poco de información que incendie, aún más, las miradas de todo el mundo. Desprecio por las opiniones del resto del mundo con una mirada estrecha y justificadora. Saña y odio. Ahora, más que nunca la necesidad de un rápido alto el fuego que termine con toda clase de violencia y ataques: la brutal sangría sobre los palestinos y los cohetes lanzados contra la población israelí. Y luego presión, mucha presión para que el estado israelí cumpla la multitud de resoluciones de la ONU sobre Palestina, la retirada de los territorios ocupados, el establecimiento de dos estados con derecho a existir en paz, el retorno de los refugiados palestinos que viven en los paises de la zona. Una investigación de los crímenes de guerra cometidos que se han llevado la vida de multitud de palestinos.
La exigencia a los gobiernos para que hagan cumplir la legalidad internacional vigente y, por encima de todo, el derecho de la población a vivir en paz como única solución posible tras más de 50 años. Para las humillaciones, muerte, hambre y dificultades sufridas por los palestinos. Para el miedo, paranoia y, también, muerte padecidos por los israelíes. Justicia, dignidad y paz. Para evitar otros días, meses y años de destrucción, odio, miedo y humillaciones. Para todos. Los que presumen de despliegue militar, poderosos aliados y un desprecio casi racista. Los que son capaces de asesinar sin juicio y con castigos colectivos. Los que vemos desde la barrera, quietos y callados. Y, sobre todo, para pueblos y personas. Para no empujar a muchas personas hacia los extremos, a la desesperación y a quemar a los pocos individuos que abogan por una negociación. Para no echar más gasolina a un fuego demasiado tiempo ardiente y a unas ideas cada vez más extremas, al retorno a mandatos divinos y choques desiguales. Como una medida egoísta para quitar argumentos a los que los estiran y estiran para justificar lo injustificable. Y, sí, por todos. Por todos nosotros y, sobre todo, por ellos. Por las personas de la zona que merecen vivir tranquilas, en paz y pensando en videojuegos, películas, hijos o fútbol y no en comer odio y destrucción diaria. Como única solución posible